Antes
de profundizar en claves o estrategias concretas para favorecer el desarrollo
socio-afectivo, es conveniente que se explique qué entendemos por este término
y el porqué de la importancia de su educación desde casa.
Cuando
hablamos de desarrollo socio-afectivo estamos haciendo referencia a las
capacidades del niño/a de relacionarse con los demás, adaptarse al entorno
social donde vive, reconocer sus propias emociones, expresarlas de forma que
los demás le entiendan, reconocer las emociones en los otros, actuar de forma consecuente
a ellas y gestionar sus emociones, como la frustración, ansiedad, miedo o
alegría.
Esta
educación, desde mi punto de vista, es igual de importante o más que la
educación académica. Me explico mediante algunos ejemplos. Imaginemos una joven
que ha pasado el último año estudiando todos los temas necesarios para
presentarse a unas oposiciones, con una memoria impresionante y una disposición
para el estudio muy buena. Sin embargo, cuando llega la fecha del examen, entra
por la puerta del aula donde debe realizarlo, contempla el barullo de gente que
se presenta, se sienta en su sitio y comienza a bloquearse y sentir ansiedad
ante la situación, de forma que cuando le ponen el examen delante es incapaz de
plasmar en él todo lo que sabe o incluso se pone tan nerviosa que decide
abandonar.
Como
podéis ver, en este caso la capacidad intelectual y la habilidad académica no
ha sido suficiente para afrontar con éxito esta situación. Sin embargo, otro
alumno/a más mediocre, pero con capacidad de gestionar y controlar las
emociones que le inundan en ese momento crucial de su vida, sacará más partido
del examen, plasmando su calma y conocimientos más bien explicados y expuestos
que los de la otra estudiante del ejemplo. Por lo tanto, estaremos de acuerdo
en que la inteligencia emocional y esta capacidad de gestionar y reconocer las
emociones son una parte importante para el desarrollo y el éxito.
Imaginemos
ahora a un alto ejecutivo que llega a una gran multinacional avalado por sus
brillantes notas durante su licenciatura y con varios máster. Si este alto
ejecutivo es incapaz de gestionar los conflictos que surgen entre sus
subordinados, no responde de forma respetable a sus compañeros, no sabe
resolver las disputas y genera tensión entre las personas que le rodean debido
a sus escasas habilidades sociales y su escasa capacidad para reconocer las
emociones y las necesidades de los demás, dudo mucho de que su duración en el cargo
que ocupa sea muy prolongada.
En
ambos ejemplos estamos ante personas muy bien formadas académicamente, pero no
muy sanas en sus emociones y habilidades para las relaciones sociales, que le
suponen una barrera para alcanzar los objetivos que se plantean.
Si
estamos de acuerdo en que fomentar el desarrollo social y emocional de nuestro
hijo o hija es importante, podemos continuar con una serie de claves para
contribuir al su mejora.
- Somos modelos para nuestros hijos/as.
La
primera clave es reconocer que somos modelos para nuestros hijos/as. La forma
en la saludamos a una persona cuando nos la encontramos por la calle, las
muestras de afecto que le dediquemos, la forma de responder respetuosamente,
expresar nuestro disgusto ante alguna expresión o palabra con la que no estemos
de acuerdo o nos moleste, etc. todo ello lo absorben los niños/as. Somos sus
referentes, y la forma en la que nos comportemos en nuestras relaciones
sociales serán imitadas por ello posteriormente en sus relaciones con sus
compañeros, tanto en el centro educativo como fuera de él.
La
forma en la expresemos nuestras emociones en casa, la muestras de afecto a
nuestra pareja, la forma en la que reaccionemos a sus críticas, ya sea de forma
sumisa, agresiva o respetuosa, etc. serán también cogidas como modelo para sus
relaciones con los compañeros por los niños/as.
En
el refranero popular hay una expresión muy común que en este momento viene como
anillo al dedo, este refrán dice simplemente: “de tal palo, tal astilla”, y es
que realmente es así, nuestros hijos/as acaban comportándose en función de los
modelos a los que se exponen, es decir, en la mayoría de las ocasiones a sus
padres o madres. Por lo tanto, si se quiere que nuestro hijo/a aprenda
habilidades sociales y emocionales debemos exponer ante ellos ejemplos de
habilidades sociales y emocionales adaptativas que le permitan desenvolverse
con éxito en las distintas situaciones que se les presente.
- Espacio/tiempo de comunicación afectiva.
Es
recomendable dejar un momento determinado del día para hablar con nuestro
hijo/a, en un ambiente calmado, sentado en el sofá por ejemplo, quizás con
contacto físico con él, como caricias al pelo o abrazado según la edad. Solo
para hablar, no para jugar de mientras ni nada, sino que la actividad sea hablar.
Durante
este periodo de comunicación no preguntar exclusivamente ¿qué has hecho hoy?,
sino también preguntar ¿cómo te has llevado con tus compañeros? ¿Algún
problema? ¿Cómo lo solucionaste? En este momento le podemos proponer soluciones
alternativas a la que él realizó. Parece una tontería, pero esto le permite
valorar que hay otros puntos de vista de los problemas, diferentes formas de
resolverlos con consecuencias diferentes, ayudando a percibir el punto de vista
de los demás y a pensar antes de actuar en las consecuencias que le puede
plantear tal o cual conducta, venciendo poco a poco el egocentrismo infantil.
Esta capacidad de empatizar con los demás es muy importante para la gestión y
autocontrol emocional.
Además
de estas preguntas, es recomendable incidir en otra como ¿cómo te sentiste? A
través de ella le obligamos a pensar en las emociones, a intentar
discriminarlas, reconocerlas y cómo le han afectado en la situación.
Capacidades que como dijimos anteriormente son básicas para el desarrollo emocional
sano.
Además
debemos reconocer el potencial de hablar de nuestras emociones como labor
canalizadora, con el fin de aliviarnos y desahogarnos. Hay una cita del cuento
de Robin Hood, donde el propio protagonista dice a uno de sus seguidores:
“habla libremente y revélanos tus cuitas. El fluir de las palabras apacigua el
corazón de quien sufre, es como abrir las compuertas cuando el embalse amenaza
con desbordarse”, mostrando lo que aquí venimos diciendo, la importancia de
hablar de sentimientos y emociones.
Con
estos momentos estamos entrenando a nuestros hijos es salud emocional,
expresión de emociones, reconocimiento, etc, habilidades que si no se entrenan
corren el riesgo de no aprenderse.
- Importancia del juego.
Durante
el juego los niños/as tienen la capacidad de imaginar situaciones en las que
son desde profesores/as hasta astronautas, y ponen de manifiesto, además de una
impresionante imaginación, determinadas expresiones emocionales, comportamiento
o problemas que deben resolver durante el mismo.
La
gestión de las diferentes situaciones que se le plantean durante el juego puede
ser un vehículo fundamental para el aprendizaje del niño/a de habilidades
emocionales. Lo expongo mediante ejemplos que nos darán a entender el potencial
del juego para el desarrollo emocional de nuestros hijos/as.
Imaginemos
que jugamos con nuestro hijo/a a los maestros/as en casa, y en un momento nos
dice “pues ahora yo estaba enfadado porque no me salía el problema de
matemáticas”. Nos encontramos ante una situación imaginaria en la que el niño/a
nos presenta un problema que habrá que afrontar. Ante esta situación le
decimos: “no te preocupes, tienes que intentarlo de nuevo, tu eres muy
inteligente y te saldrá”, el niño/a ante estas palabras vuelve a intentarlo y
simula lo bien que le ha salido.
Imaginemos
ahora que nuestro hijo/a encuentra, algunos días después una situación similar
en la vida real, durante su clase de matemáticas, y viendo que un problema no
le sale bien, recuerda las palabras de su padre o madre diciéndole lo listo que
es, ¿qué creéis que hará? Probablemente lo intentará hasta que consiga
resolverlo con éxito.
Parece
una situación un poco tonta, pero debemos saber que la motivación se aprende.
Los niños/as no saben motivarse a sí mismos para continuar y persistir en una
tarea y revolverse ante la frustración que le puede suponer no alcanzar sus
objetivos. La motivación la aprenden primero desde fuera, por lo tanto los
padres deben actuar ante situaciones de este tipo como si sus hijos/as fueran
buzones, donde de vez en cuando hay que meter cartas donde pongan frases de
ánimo que el propio niño/a con el paso del tiempo vaya interiorizando y aprenda a decírselas a sí mismo cuando se encuentre ante momentos que minen su moral.
Pensemos
en el ejemplo contrario, ahora nuestro “niño-buzón” solo ha recibido palabras
del tipo, “este niño es tan melón como su padre”, “eres muy torpe”, “con esta
actitud no llegarás lejos” etc. que le han ido introduciendo tanto padres, como
profesores y compañeros a lo largo de su etapa escolar. ¿Cómo creéis que se
enfrentará este alumno ante el mismo problema de matemáticas? Claramente
justificará su falta de éxito por las razones que ha ido aprendiendo.
Por
lo tanto, durante el juego se pueden transmitir valores, emociones y patrones
de automotivación que favorecen el desarrollo emocional del niño/a, además de
tener numerosas capacidades potenciales.
- Casas democráticas.
En
las casas deben existir unas normas claras que los niños y niñas deben cumplir
y que dependiendo de su edad pueden ir desde hacer la cama y recoger la mesa,
hasta dedicar al menos algunas horas al estudio diarias.
Estas
normas deben ser claras y precisas, y nos debemos asegurar que los niños/as las
entienden y se comprometen con su cumplimiento. Este compromiso es fundamental,
ya que puede ser que el niño reconozca las normas, pero decida saltarlas. Para
evitar problemas de este tipo puede ser recomendable la construcción
democrática de estas normas, donde la participación del niño/a sea tenida en
cuenta y se valoren sus aportaciones. De esta forma se sentirán parte de las
mismas y no como algo que se les ha impuesto necesariamente desde fuera.
Además
de esta forma de elaborarlas, debemos tener en cuenta que estas normas deben
ser expuestas en forma positiva del tipo “se hace tal cosa” y no “prohibido
hacer tal otra” y se prestará atención a que sean lo más concreta posible,
huyendo del típico “pórtate bien” que puede confundir al niño/a preguntándose
qué es portarse bien en la situación en la que se encuentran en cada momento.
Aclarar
qué comportamientos concretos son los esperados por el niño/a en la situación
en la que se encuentra puede ser positivo para que el niño/a vaya aprendiendo
que su comportamiento y manifestaciones emocionales deben ajustarse a las
características de cada situación, mejorando significativamente sus capacidades
de adaptación.
- Prestar atención a los comportamientos aceptados.
Muchas
veces los padres pecamos de prestar excesiva atención a aquellos
comportamientos de nuestros hijos/as que desaprobamos o consideramos molestos.
Por ejemplo, llamamos la atención de nuestro hijo/a, exigiéndole que debe de
hacer ruido porque queremos escuchar una noticia que están dando en este
momento en la televisión, o que deje de desordenar la habitación que estaba tan
bien ordenada anteriormente. Sin embargo, curiosamente no se suele llamar la
atención, ni dar elogios o halagos a nuestros hijos/as mientras realizan un
comportamiento que consideramos adecuado, como realizar sus tareas solo, jugar
tranquilamente y ordenar su habitación después de jugar. Es muy común decir a
nuestra pareja mientras el niño/a realiza estas actuaciones “deja a niño/a
tranquila ahora que esta callado váyase que lo alteres”, cuando debería ser
justo lo contrario. Es en estos momentos cuando debemos prestar atención a nuestro
hijo/a y reforzar su comportamiento, con el propósito de que se consolide como
habitual y vuelva a repetirse en el futuro. Para reforzar estos comportamientos
debemos pararnos un momento y elogiar el comportamiento que está llevando a
cabo y halagar su actitud. Con estas acciones el niño/a se siente reconfortado
y cada vez que quiera elogios y necesite halagos acudirá a estas acciones que
saben que nos gustan y que elogiaremos.
Mediante
estas acciones mejoramos el comportamiento de nuestros/as hijos/as a la vez que
favorecemos un desarrollo de la autoestima adecuado.
Quizás
este fenómeno se produzca porque damos por entendido que son las normas y que
los niños/as deben realizarlas sin esperar nada a cambio. Esto es un error muy
común, sin embargo no nos paramos a pensar que el niño/a está aprendiendo
continuamente y que igual que aprende matemáticas, lengua o inglés debe
aprender actitudes sociales y emocionales que le serán muy útiles para su vida
adulta y para desenvolverse con éxito en la sociedad. Y estas habilidades se
aprenden a partir de la experiencia y la práctica, gracias al apoyo de los
padres y de las diferentes instituciones, como estamos viendo a lo largo de
este artículo.
- Cuidado con la sobreprotección.
Un ambiente abierto que permita que nuestro
hijo/a se enfrente a determinadas situaciones sociales, conflictos, etc. le
permiten poner en práctica sus habilidades sociales e ir aprendiendo de sus
errores, perfilando sus futuras capacidades personales en la vida social y
emocional.
Por
lo tanto, debemos reconocer que ambientes de sobreprotección, donde el padre o
la madre provoca que el niño/a se enfrente a menor número de situaciones
sociales donde poner en práctica las habilidades que van aprendiendo, tendrán
un desarrollo más lento de las habilidades sociales o no lleguen a desarrollar
habilidades sociales correctas que le permitan desenvolverse con éxito en su
futuro social.
En
caso de que fracase en algunas interacciones con sus compañeros/as no pasa
nada, ya que como he dicho anteriormente, le permitirán al niño/a aprender de
sus errores y perfilar sus habilidades para futuras relaciones con los
compañeros/as. para favorecer este proceso, es recomendable la comunicación
afectiva de la que hablábamos en apartados anteriores, la cual le puede
permitir reflexionar sobre lo ocurrido, descubrir nuevas alternativas que le
recomendemos, empatizar con otros puntos de vista, y en general, a aprender a
gestionar mejor sus habilidades sociales y emocionales.


